(I)
—
Hola, soy yo.
—
Sí, lo sé. Dime.
—
Pues mira: ha
pasado algo. Resulta que este fin de semana a mi hijo le tocaba estar
con su padre, y ya van dos fines de semana seguidos que me lo
devuelve sin duchar y, claro, las vecinas se dan cuenta y me lo echan
en cara, y la que queda de guarra en el vecindario soy yo... ¿Sigues
ahí?
—
Sigo aquí, aunque
no sé muy bien el motivo, la verdad.
—
Además, el niño
tiene el pelo graso, que lo ha sacado de su padre, y enseguida se
nota si está duchado o no.
—
Tela...
—
Entonces, mi
pregunta es: ¿qué podemos hacer al respecto? Porque, claro, para
hacerse fotos con su hijo y ponerlas en el whatsapp sí que
tiene tiempo, pero para duchar al niño no, eso que lo haga su madre.
(II)
—
Mi hija me ha
contado que este fin de semana su padre la ha reñido.
La clienta ha
tingut el detall de portar la filla, de set anys, al despatx.
—
Disculpa, ¿puedes
decirle a tu hija que baje el volumen de la videoconsola?
—
Hija, haz el
favor...
La xiqueta alça
la mirada de la pantalleta i me mira desafiant.
—
La cuestión es
que me preguntaba si esto es motivo para anular las visitas de fin de
semana, porque a mi hija nadie le habla así.
Em torne a adreçar
a la xiqueta:
—
Niña, ¿por qué
te riñó tu padre?
—
Por nada...
—
¿Por nada?
—
Bueno, sí: porque
le rayé las puertas del coche con un alambre.
quina perla la nena, no em vull imaginar lo que li consenteix la mare
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