Paradoja
divina
En
televisión, como en la vida real, a veces asistimos a paradojas que
nos reconcilian con el mundo: en la vida real el ortodoxo Juan Cotino
ha sido imputado en el caso Gürtel
por la visita del papa y en la tele el valenciano Carlos Medina fue
expulsado de Top
Chef
en una prueba en la que perpetró, precisamente, una paella infame.
Carlos
se había convertido en el concursante/personaje estrella de esta
edición del reality de fogones placas de
inducción, de la misma forma que las valencianas Begoña Rodrigo y
Bárbara Amorós lo hicieron el año pasado con su mala hostia y
lloros respectivos, demostrando que glorias a España no sé si nos
quedan por ofrecer, pero de concursantes para realities vamos
sobrados.
El
paso de Carlos por el programa ha sido como cuando ves un animal
atropellado en la carretera: sabes que es desagradable, pero siempre
te quedas mirando. Sus opiniones sobre otros concursantes, sus platos
de mierda, su trabajo en Singapur (que más de uno considerará
imaginario) y hasta su madre han sostenido y animado el concurso.
Esta
semana Carlos llegó a la prueba de eliminación con el reto de
cocinar un plato valenciano y la cosa se convirtió en un via
crucis. “He visto pollo en la despensa, así que voy a hacer
una paella”. Se le quema el pollo. “En la paella el pollo tiene
que estar quemado”. Le añade caldo de ave al arroz. “Huele a
paella”. Tritura el arroz y lo presenta como una crema. “Hay que
innovar”. Mete tres kilos de azafrán. “En Singapur el azafrán
se esnifa”. La paella es una mierda. “Me habíais dicho que
cocinara una paella”. No, la paella fue elección tuya. “Es que
de la gastronomía valenciana sólo conozco la paella y la horchata
con fartons”.
Vete
a tu casa y no vuelvas.
Article publicat a Levante-EMV el 19 de novembre de 2014
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