—¿Y
cómo era?
—Era
alto, guapo y fuerte. Tenía un cuerpo de carne tan prieta y torneada
que ya se le insinuaba todo debajo de la ropa.
—¿Cómo?
—Llevaba
unos vaqueros tan ajustados que juraría que se le marcaban hasta
los...
—Te
pasas, tío.
(...)
—Imagina't
el panorama: els tres drets al mig del saló sense dir dir ni pruna,
mirant-nos les cares i jo, entre les mamades del policia i el paquet
que marcava el nouvingut, més calent que una moto.
—I
què vas fer? No estaves nerviós?
—No,
nerviós no; estava calent.
—Això
ja m'ha quedat clar.
(...)
—Allí
alguien tenía que tomar la iniciativa, así que dije: “Ah, claro,
que el anfitrión soy yo... La cama es al fondo a la izquierda” y
nos fuimos en tirereta para allá.
—¿Estás
de coña?
—Te
juro que fue así.
—¿Ni
os presentasteis?
—Ni
nos presentamos.
(...)
—Al
dormitori tot va passar molt ràpidament i tinc algunes llacunes.
Recorde que mentre em girava per a penjar la jaqueta a la perxa, el
policia ja havia despullat el xic de vint-i-quatre i s'agenollava
davant d'ell.
—Havies
begut?
—No.
Bé, només una cervesa.
(...)
—¿Entonces
estaba bueno el jovencito?
—Mucho.
Cuando el policía le quitó la ropa aquello era mucho mejor de lo
que imaginaba.
—Vaya...
—Es
que los veinteañeros de ahora están todos buenos y ten en cuenta
que yo ya soy una persona mayor y que estas cosas me impresionan.
—Pero
si estás estupendo.
—Ya
lo sé, y por eso les dije que tenía 28 años.
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