En
el mapa
De
un tiempo a esta parte es inevitable sentir cierta vergüenza ajena
propia cada vez que Valencia sale en la tele. Esta sensación, sin
embargo, es relativamente reciente porque no hace tanto de aquella
bufonada de Rita
Barberá
de “Por fin hemos puesto a Valencia en el mapa”.
Valencia,
y el País Valenciano por extensión, se han convertido en una
caricatura de lo que debería ser y para algunas cadenas, sobre todo
para La Sexta, somos un chiste continuo. Esta semana, sin ir más
lejos, Wyoming
venía a decir que los valencianos no sabemos votar y el domingo Ana
Pastor
introducía entre risitas de marisabidilla a los periodistas Rodrigo
Terrasa
y Sergi
Pitarch,
que ilustraban a una reportera acerca de los sobrecostes de la mitad
de la obra pública que se ha construido en el Cap
i casal
desde la entrada en la ciudad de Jaume
I.
No
sé si el grado de corrupción y de despilfarro en nuestro país es
igual o mayor que el de otros sitios, pero los hechos son
incontestables: aquí hemos pagado 15 millones de euros por unas
maquetas, inaugurado aeropuertos peatonales y edificios millonarios
que se caen a trozos, se han cargado a la administración los
servicios de traductoras
rumanas
y hasta en la visita de un papa de Roma se ha robado dinero público.
La
conclusión es obvia: sí, en Valencia hay mucha corrupción y los
valencianos no sabemos votar, ya que en 2011 el PP revalidó la
mayoría absoluta a pesar de llevar las listas electorales repletas
de imputados. Y eso conviene recordarlo.
Podemos
quejarnos de la imagen que la televisión da de los valencianos por
culpa de quien nos ha malgobernado
o podemos, sencillamente, empezar a cambiarlo por lo más fácil:
enviándolos a la puta calle.
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