Són
les 20.30 hores. Sona el telèfon i veig el nom d'una clienta molt
pesada a la pantalla del mòbil. Renegue, despenge i compte fins a
tres abans de contestar:
—
Qui és?
Òbric parèntesi. Generalment
no sóc tan dramàtic. Tanque parèntesi.
—
Soy yo, y ya no
puedo más. Ya estoy harta. Har-ta.
Durant un segon baralle la
possibilitat de penjar el telèfon. O de destruir-lo.
—
¿Estás ahí?
—
Sí, dime. ¿Qué ha pasado
ahora?
—
Pues lo de siempre, que este
hombre pasa de todo y sigue sin pasarme la pensión del niño.
—
Toda la pensión
—corregisc.
—
¿Cómo?
—
Que no te pasa toda la
pensión que debería pasarte, pero una parte sí.
—
Bueno, pues eso.
—
Mira, mi trabajo está hecho.
Ahora es cosa del juzgado, que va lento...
—
Ya,
pero es que yo tengo muchos problemas, porque, por ejemplo, mi
hijo no bebe leche; bebe Puleva. Y cada brick me cuesta
uno-cuarenta-y-nueve.
—
¿Qué?
—
Y no toma petitsuisse de
Mercadona, él los quiere de marca. Mi hijo tiene cinco años y,
claro, ya pide cosas. Y sí, a lo mejor es culpa mía porque
como es hijo único se lo consiento todo.
—
¿Qué?
—
Mira, he pensado una cosa: ¿tú
me puedes pedir una audiencia o algo (sic) con el juez para
que yo le explique mi situación?
—
Sí, claro... Quiero decir: no.
Los jueces no reciben en audiencia así como así.
I és una llàstima, perquè
m'agradaria vore la cara del jutge en escoltar el problema del
petitsuisse.
3 comentaris:
no se com serà el pare, però vols dir que van fer bé donant-li la custodia a la mare...?
Boníssim. La realitat super a la ficció.
pons007: en eixe tema jo no entre...
Gràcies, Anònim :)
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