A
los leones
Reconozco
que tuve que dejar lo que estaba haciendo (que era, básicamente,
jugar con la gata que hace unas semanas se metió en mi casa) cuando
ese concursante tan raro se presentó ante el jurado de Masterchef
con una patata que simulaba la cabeza de un león y unas tiras de
pimiento a modo de melena en la prueba de eliminación.
Me
descojoné mucho con la explicación con la que el chico justificó
el platito en cuestión: “Me han pedido que sea un león... y he
hecho un león con una patata”. Fue todo maravilloso: la puesta en
escena, la impostada brutalidad de la expulsión, cómo se llevo al
límite al muchacho hasta que dijo aquello de “No voy a volver a
cocinar en la vida” y “Me voy a meter en un pozo dos años”.
La
cosa, como no podía ser de otra forma, se convirtió en viral en el
circo social y estuvimos días riéndonos del “León come gamba”
(y del propio concursante) hasta que algunos sacaron la monja que
llevan dentro y empezaron a cuestionar el escarnio público con el
que la masa estaba disfrutando.
A
veces conviene recordar que en televisión todo es mentira y que
pocas cosas se dejan al azar: en Mujeres y hombres y viceversa
los tronistas no buscan pareja, en De buena ley no se
resuelven conflictos entre vecinos, en El objetivo Ana Pastor
no sólo da datos para que nosotros saquemos las conclusiones y, por
supuesto, en MasterChef la cocina es lo de menos.
La
televisión es una trituradora de personajes: ella los crea y la
turba los explota. Este programa de Masterchef se grabó, se
editó y se montó hace semanas y la repercusión de este momentazo
era fácilmente imaginable. Lamentarse por un mayor de edad que
accede a presentarse a un reality, que firma contratos con
cláusulas leoninas (nunca mejor dicho) y se convierte en el
hazmerreír de España de forma voluntaria es de una condescendencia
insoportable. Por lo menos estos leones no muerden.
Publicat
a Levante-EMV, el 22 d'abril de 2015
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