Durant
l'última guàrdia vaig assistir un xic que havia estat detingut per
haver furtat en companyia d'un amic huit videojocs d'una tenda
d'informàtica.
— ¿Se
puede saber en qué estabas pensando? ¿Es que no te los puedes bajar
de Internet como todo el mundo? —vaig
provar a moralitzar.
— Si
a mí ni siquiera me gusta jugar... lo hice porque quiero ser
bailarín, pero mi madre dice que no me paga más clases de danza.
Un
setmana després, ja davant del jutge i del fiscal, vaig encetar el
regateig de la pena:
— Por
casualidad, ¿qué juegos eran? —em
preguntà el jutge.
— Ni
idea, Señoría, porque yo de esto... pero el nombre viene en el
atestado... a ver: tenemos un Batman-Arkham City, un Fifa
Street, otro de Uncharted 3 La traición de Drake, dos de
Mass Effect 3...
— ¿Dos?
¿Por qué dos?
I
ací és quan vaig decidir que hauria d'apel·lar a la consciència
artística del jutge:
— Verá,
es que según me ha explicado mi cliente, el chico hurtó los
videojuegos porque quiere bailar, pero su madre se niega a pagarle
las clases de la academia de danza. Pretendía venderlos para poder
sufragar su educación...
El
jutge va alçar una cella:
— Cuánto
daño ha hecho Operación Triunfo...
Conclusió:
quatre mesos de presó per un delicte de furt.
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